1945年8月6日

¿Qué es un instante? ¿Cuánto dura? ¿Qué cambia?
Un instante es un punto en el tiempo.
El día 6 de agosto de 1945 en ese punto de tiempo todo estaba vivo un segundo antes de desaparecer. Hubo una explosión tan fuerte que ni tan siquiera pudo oírse. Un gigantesco hongo de humo y fuego se levantó del suelo. Fue la muerte. No. Fue la nada.

Algunos sobrevivieron. Sadako tenía dos años y salió despedida por la ventana de su casa. Los gritos de su madre rompieron aquel devastador silencio. Cuando pudo llegar a ella la niña estaba ilesa, aparentemente no le había pasado nada, pero unos años más tarde Sadako enfermó. Se le diagnosticó una leucemia a consecuencia de la radioactividad que había recibido aquel día.

Cuando tienes pocos años no entiendes eso, ni qué es lo que te pasa, solo sabes que no te gusta estar mal, que te quieres curar. Alguien le explicó a la niña una antigua leyenda japonesa que decía que a todo aquel que hiciera mil grullas de papel cualquier deseo le sería concedido.

Sadako desde el hospital se entregó a la tarea con todos los papeles que encontró, con los prospectos de los medicamentos, con los que las enfermeras le daban, algunos de ellos eran tan pequeños que necesitaba ayudarse con una aguja para doblarlos.
Solo pudo hacer 644, pero sus amigas la ayudaron y juntas llegaron a conseguir las mil grullas.

Sadako Sasaki murió el 25 de octubre de 1955 a los doce años de edad, pero aquel día sus mil grullas empezaron a volar. Se repartieron por el mundo, se multiplicaron, se compartieron, fueron llevando sus deseos de buena fortuna y de paz a través del espacio y del tiempo.

1945年8月6日 nació cuando el autor recibió una de ellas de manos de un niño japonés. Por eso este no es un proyecto cualquiera, aquí no se trata de mostrar, ni de impresionar sino de transmitir, de recoger el legado de los que sufrieron por algo que nunca debería de haber pasado, un legado que sorprendentemente no está lleno de rabia ni de tristeza, que es un grito de esperanza y de paz.

En él se invita a reflexionar, a reconocer juntos el instante que aunó el todo y la nada, cuando la ciudad aún era ciudad, pero estaba a punto de dejar de serlo, a recorrer sus sombras negras aún vivas en las que, si uno se fija bien, ya aparece la imagen de la muerte.

A sumergirnos en el silencio, en el lago que formaron las lágrimas de los niños, en el olor de sus uniformes infantiles quemados, en el espacio vacío que les envolvió.

Este proyecto hace de mensajero porque nos regala el grito de aquella grulla de origami que recibió su autor en el parque de La Paz, y lo hace recreando sus contornos originales de papel con carbón, el carbón que nace de la madera y del fuego, el que ayuda a datar a los seres vivos para transmitir la memoria del tiempo.

Porque el recuerdo es la resistencia al olvido, un retrovisor que refleja el pasado para ayudarnos a avanzar y no volver a chocar con lo que nunca debiera haber sido.

Carme García Parra